Antes de los tiempos de la pandemia, uno podía ser excusado si pensaba que cuidar de la salud era una responsabilidad exclusivamente individual. Algo parecido a “mi salud sólo me afecta a mí” es algo que uno podría tener asumido. Por supuesto, los problemas de salud pública son competencia del Estado y de los médicos que atienden una determinada comunidad. Pero con la pandemia del COVID-19, unas nuevas consideraciones han llegado. “Si me protejo yo, ayudo a frenar la propagación del virus”.
Así, se puede ver como cuestiones individualistas y colectivistas empiezan a confluir. Entonces lo que uno hace por sí mismo tiene implicaciones para los demás. La línea entre lo colectivo y lo individual empieza a volverse turbia. Pero no sólo hay que considerar la cuestión de protegerse del virus exclusivamente. Por ejemplo, el virus ataca con más fuerza a aquellas personas que se encuentran en peor estado de salud. La obesidad, por ejemplo, es un factor de riesgo cuando se tiene el COVID-19. Estar en un mejor estado de salud previene las hospitalizaciones. Entonces se puede considerar que estar en un buen estado de salud para evitar hospitalizaciones es un deber ético, porque permite no colapsar el sistema sanitario y que los médicos puedan atender a aquellos que tienen un caso de coronavirus severo. Además, ello permite que haya suficientes recursos para atender otras afecciones que no sean del COVID-19.
Esta forma en que desaparecen las fronteras entre lo individual y lo colectivo recuerda al concepto de reconocimiento que da el filósofo alemán Georg Wilhelm Friedrich Hegel, en el que admite que la base de un individuo es el reconocimiento de otro individuo como tal. Así como esos reconocimientos mutuos permiten la construcción de una identidad individual, las responsabilidad individual de cada persona en la pandemia permite la construcción de un sistema de salud que a nivel macro esté bien. Si uno cuida su salud, cuida la de los demás. Y si uno cuida la salud de las demás personas, también está cuidando su propia salud. Los que no son médicos muchas veces no entienden el nivel de compromiso que exige la profesión. El principio que se persigue es respetar la dignidad de todas las personas. También involucra personalmente al médico, y no sólo a título profesional. El médico es responsable por sus acciones a nivel personal, y no están contempladas las excepciones sólo porque la ley penal no legisle sobre determinadas acciones que pueden ser consideradas como poco éticas. Tan es así, que el código ético de la medicina en Venezuela dice que los deberes del médico hacia sus pacientes prevalecen sobre sus derechos individuales o gremiales.
Recursos limitados y un código ético exigente
Como se puede saber, en cualquier sistema sanitario los recursos son limitados. Eso es lo que ha puesto a prueba esta pandemia del COVID-19. Cuando se tiene como norte una serie de principios irrenunciables que exigen que a todo paciente se le dé el tratamiento que requiere sin importar que sea un paciente de gravedad, entonces se ve que si no hay preparación adecuada se puede llegar a un impasse.
La innovación social es una herramienta para mejorar cómo se trata a los pacientes, o para lograr que se trate a más pacientes. Ya que no se pueden desechar los principios éticos que guían la profesión, resulta importante ofrecer soluciones que permitan llevar a cabo la labor médica de mejor forma. Tengamos en cuenta también que la innovación es una solución nueva a un problema existente que es más efectiva que la solución actual. Entonces, si llevamos esto al ámbito de lo social y de la labor médica, hay muchos problemas que requieren una solución más efectiva, o más justa, o más sostenible, o, sencillamente, que permita alcanzar con mayor facilidad los principios del código de la ética de la medicina. La innovación social también aplica para que las personas se mantengan más saludables en primer lugar para que así no requieran de una visita al médico.
La innovación social debe convertirse en política pública, en donde así lo amerite, para que el conjunto de la sociedad pueda beneficiarse de un invento o transformación que se le ocurrió a alguien, o que se da en una comunidad de forma puntual pero que no se le haya dado la comunicación adecuada para que tenga mayor alcance.
No se trata de ofrecer cosas nuevas por la novedad en sí misma, sino que una combinación la exigencia de los tiempos y de la propia profesión de la medicina así lo requieren.